lunes, 1 de abril de 2013

LOS BARDEM

Yo tuve el honor de invitar a un cigarrillo a Juan Antonio Bardem. Fue en 2002. Poco antes de morir el director de cine presentó su libro de memorias Y todavía sigue, a mí me tocó entrevistarle e hice lo que pude dado que mi cinefilia (o mitomanía) enfermiza me provocó un bloqueo severo que se tradujo en un ejercicio de balbuceo absolutamente lamentable. Compréndanlo, era como tener delante de mí a John Ford, François Truffaut o Federico Fellini. ¡Era el tipo que había rodado Calle Mayor! ¡Y Cómicos y Muerte de un ciclista!  Con su elegancia habitual, Juan Antonio Bardem pasó por alto mis estúpidas preguntas, mi impericia y mi bisoñez y me pidió un pitillo, que se fumó mirando al techo y tirando la ceniza al suelo, estando como estábamos sentados en las butacas de una sala de cine. Qué coño, tenía todo el derecho del mundo. Él había inventado el puto cine en este país. Si quería fumar y tirar la ceniza (y la colilla) al suelo estaba en su derecho. También recuerdo a Javier Bardem antes de que fuera Javier Bardem copa en ristre, bailando en la sala Torero, ligándose con su nariz recién rota a toda maciza que se pusiese a tiro, admirándonos a quienes le habíamos visto en Jamón, jamón (y aún antes en Las edades de Lulú -con un papel minúsculo- y aún después en Días contados). Súmese a ello la noche en que mi hermano Ismael y yo fuímos a cenar a La Bardemcilla y Mónica Bardem le pidió un autógrafo y me sentí feliz como nunca. Y qué decir de Pilar, con quien (otra vez) Ismael y yo rodamos recientemente el videoclip Hay una luz, grandísima actriz generosa y comprensiva hasta el punto de consentir que dos insensatos como nosotros la sometiéramos a una larguísima sesión de frío polar por empeñarnos en rodar con el balcón abierto de par en par. En cuanto a Carlos Bardem, tal vez sea el mejor villano del cine español y eso, amigos, son palabras mayores para alguien que (como yo) es un adicto a todo tipo de celuloide.
¿Y a qué viene todo esto?, se preguntará el confundido lector. Pues viene a que los Bardem forman parte de mi memoria sentimental, viene a que esta familia se merece un respeto aunque sólo sea por haber escrito memorables páginas del cine español, viene a que su militancia siempre me reconforta y viene a que la mezquindad con la que se les trata en este país resulta deplorable. Lo último ha sido airear las condiciones en que se ha producido el cierre del restaurante familiar para imputarles (cómo no) el nefando vicio del cinismo progre. De nuevo se ha recurrido al tópico del clan de multimillonarios que ejercen de izquierdistas y luego se bañan en champán. Los Bardem. Hipócritas sectarios, comunistas de salón, fariseos forrados de pasta. Tales idioteces es posible leerlas en la prensa de derechas y ya casi ni prestamos atención a infamias de ese calibre.
Supongo que los Bardem, como tantas familias en este país en quiebra, están pasando un mal momento y se han visto obligados a cerrar un negocio, cosa que no es plato de gusto para nadie y me importan un bledo los detalles y no me van a convencer de que gente que se ha jugado la cara tantas veces por tantas causas verdaderamente nobles son despreciables cínicos. No. La aversión de la derecha española hacia la gente del cine resulta enfermiza y, en concreto, la fijación con los Bardem convendría ser tratada por un psicoanalista.
Así que aquí me tienen, rememorando mi vida con los Bardem, todas las películas con las que me han hecho disfrutar, las croquetas de La Bardemcilla, las madrugadas del Torero en las que no nos comíamos un rosco por culpa del guaperas ese que fumaba tanto, tantas cosas. Y, sobre todo, rememorando con sumo orgullo el alto honor de haber invitado a un cigarrillo a Juan Antonio Bardem.

3 comentarios:

  1. En Sevilla, desde el 13 de febrero del pasado año, la “Calle Pilar Bardem” pasó a llamarse “Calle Nuestra Señora de las Mercedes”, a instancias del equipo de gobierno municipal del Partido Popular. Según parece, la actriz no reunía trayectoria o méritos suficientes para dar nombre a una calle, o al menos no tantos como aquella Virgen.

    Ese mismo día celebramos la inauguración de la “Calle Pilar Bardem” en el callejero del foro de Ismael Serrano, una calle sencilla y generosa, un territorio inquebrantable y perfumado.

    http://www.ismaelserrano.com/cgibin/yabb/YaBB.cgi?num=1329120772

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  2. Una, que más que nada es fan de Ismael desde hace más o menos mil años, tiene el honor de haber invitado a un Lucky Strike al mísmisimo Javier Bardem. Vino a la radio donde trabajo, en Barcelona, y al pasar por mi mesa vio el paquete de cigarrillos y me pidió uno. No sé si me puse roja, pero sí nerviosa, más que nada porque me di cuenta de que en la redacción se hizo un silencio sepulcral y, de repente, decenas de pares de ojos se pusieron a contemplar la escena. Le di el pitillo y se fue, sin que se me ocurriera ni siquiera pedirle que me firmara el paquete. Esa tarde, no se habló de otra cosa en la redacción.
    A Bardem no lo he entrevistado nunca, pero sí a Ismael Serrano. Traía su tabaco, pero me pidió una coca-cola, que no se terminó. Cuando se fue, cogí la lata y se la di a otra fan suya que corría —y sigue corriendo— por la radio.
    O sea, nada, un posible círculo que se cierra entre Bardem, Serrano, el periodismo y el tabaco. Sigo viendo y oyendo la vida desde la izquierda, aunque hace años que dejé de fumar.

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  3. Interesante tu historia Daniel, un pantallazo más cercano para quienes vemos a esta gente desde el otro lado del océano.
    saludos!

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